TU CEREBRO ES UN TRAIDOR

EL CEREBRO SUPONE EL 2 POR CIENTO DE NUESTRO PESO, PERO CONSUME EL 20 POR CIENTO DEL OXÍGENO NECESARIO

Marcus E. Raichle

En este solar ibérico, en el que la porfía y la envidia son «deporte nacional», tenemos a bien discutir por sucesos del pasado. Solemos mostrarmos convencidos de que la percepción que tenemos de las cosas ya ocurridas es la correcta. Nada más incierto. Sabemos que la memoria guarda mal los datos almacenados en su interior. Sirve para interpretar las impresiones que de orden general allí quedaron grabadas, pero es muy imprecisa en pormenores y detalles. Incluso altera las fuentes, influenciada por nuestras conviccines sobre lo ocurrido.

Los sucesos recordados son difíciles de expresar. Para ello utilizamos palabras y sensaciones, sirviéndonos de unos grafismos que son generalidades. Nunca podrán concretar exactamente lo recordado. La distorsión es evidente, acentuada porque la principal tarea del cerebro es la de predecir qué puede ocurrir con el fin de reaccionar ante ello. Así, vivimos con una imagen fabricada del mundo, y el trabajo de la conexiones neuronales es el que nos permite percibir y procesar la información que recibimos comparándola con la ya almacenada. De esta forma, el cerebro ofrece las respuestas que cree adecuadas.

Por lo tanto, no parece muy apropiado que en nombre de la espontaneidad y la llaneza nos creamos autorizados para hablar del pasado diciendo lo primero que se nos ocurra. La duda será nuestra única certeza, acompañada de la interrogación sobre lo sucedido. Si, a pesar de todo, la porfía existe, que sea con la esgrima de las palabras y sin morir en el intento, porque no hay cosa más estúpida que hacerlo por algo que no se sabe.