LOS «TICS» INSTALADOS.


EL ODIO SE ALIMENTA DE SÍ MISMO. González Seara

Hay momentos en los que personas honestas reducen ideas y opiniones al absurdo. En unas ocasiones la bisceralidad y en otras los estereotipos convierten los argumentos en ridiculeces absolutas. De esta forma parece que los entusiastas de Wagner son de ideología nacional-socialista o más cerca; a quien se defina de derechas se le identifique con el franquismo. Lo mismo pasa con quienes en ciertos ámbitos defienden la territorialidad para ser denominados cómplices de los terroristas.

Son ideas que se instalan en el imaginario colectivo y que vician de origen cualquier tipo de intercambio de ideas. En la actualidad es muy patente cuando a los nacionalistas, ahora llamados periféricos, se les acusa de quererlo todo por quienes ya lo tienen siendo también nacionalistas, pero de otro cariz. El ejemplo es de ida y vuelta y está instalado en la escena política manifestándose cruelmente cuando ambos se acusan de victimistas.

Sería bueno que dejáramos de criminalizar a nuestros oponentes ideógicos con excesos dialécticos y justificaciones que poco tienen de democráticas. Hay muchos imaginarios instalados en nuestro cerebro que nos inducen a llevar la contraria, por ideas preconcebidas, que hurtan la discusión razonada. En realidad es un déficit parlamentario que demuestra una acusada cortedad de miras. Ni todo independentista es un terrorista o amigo de ellos, ni todo nacionalista español es fascista.

Comprendamos que este país es fruto de la historia y con ella ha ido cambiando, al tiempo que ésta seguirá sin nosotros. Quienes aquí estamos haríamos bien en evitar las descalificaciones burdas y mantener una mayor honestidad intelectual. Ni en el País Vasco, por ejemplo, hay un cromosoma extra que fabrique amantes del amonal y la pistola, ni en el resto el Estado lo hay de la razón. La dialéctica exige comprender y poner en entredicho nuestras posiciones huyendo de esos «tic» totalitarios instalados por la cerrazón.