SOÑEMOS


SI ES BUENO VIVIR, TODAVÍA MEJOR ES SOÑAR, Y LO MEJOR DE TODO, DESPERTAR A. Machado

Desde que en 1953 los científicos Dement y Fishert estuvieron a punto de hacer enloquecer a unos jóvenes voluntarios en el Hospital Monte Sinai de Nueva York, se sabe empíricamnte que el sueño es necesario. Poco tiempo antes se había descubierto que el cerebro, mientras descansa, tiene una fase que llamaron REM en la cual manifiesta su máxima actividad. La experiencia consistió en despertar a los voluntarios justo al comienzo de este estadio. Llegó un momento en que les fue muy difícil devolverlos al estado de consciencia y cuando lo hacían manifestaban alucinaciones, irritabilidad y bastante ansiedad. Llegaron a una conclusión que hoy nos parece obvia: el sueño es necesario para mantener el equilibrio físico, mental y emocional.

Necesitamos de los sueños, sobre todo de aquellos que tocan la fase REM de la utopía. Es preciso que, con la edad y la satisfacción de nuestras primeras metas personales, sepamos encontrar nuevas ilusiones que nos hagan mejorar nuestra cara. Cuando creamos que ya tenemos aquello por lo que tanto trabajamos es preciso volver a recostar la cabeza sobre la almohada y dejar que las realidades nos ayuden a crear nuevos sueños. No pasemos por la vida matando el tiempo. Este es escaso y pasa pronto. Démosle valor y trabajemos por utopías -quien sabe, quizás sean otros los que las logren- que transformen la realidad y hagámoslo con la esperanza de que lo bien hecho no queda en el olvido: transciende.

Esta Europa en la que vivimos durante el siglo XX fue capaz de lo mejor y de lo peor. Tuvo buenos y malos sueños, pero puso el empeño por conseguirlos. Por una parte, fue protagonista de dos guerras mundiales y particiones territoriales que sembraron la Tierra de caos y destrucción; y por otra, fue capaz de llevar adelante proyectos de protección social, desarrollo tecnológico o de las áreas del saber inimaginable un siglo antes. Luther King tuvo un sueño en los EEUU -era su utopía- y medio siglo más tarde un presidente negro ganaba las elecciónes. En Sudáfrica un preso, también negro, pasó media vida en la cárcel soñando con el final de Apartheid -otra vez la utopía- y una vez salido de ella ganó otras elecciones.

Los sueños son mensajes que nos enviamos a nosotros mismos, que nos repetimos y que desde distintas formas nos ayudan a solucionar problemas o ver de otro modo las realidades. No podemos vivir sin ellos. Entre otras cosas, porque si no los tenemos, nos ocurre como a los voluntarios del Hospital del Monte Sinai, tenderemos a la agresividad, la inapetencia y al desasosiego. Buscaremos matar el paso de un tiempo que carece de sentido porque no mudamos nuestras esperazas e ilusiones. Y en ocasiones lo hacemos con la desesperanza de estar a la cola del paro, la eventualidad de un puesto de trabajo o la inestabilidad familiar. Pero si queremos salir de esas malas noches en las que el estado de vela es constante, tendremos que ser conscientes de que antes deberemos reposar la cabeza y soñar.

GRANDES SUEÑOS.


UN REFRÁN INTELIGENTE NO DEMUESTRA NADA. Voltaire

Nos venden sueños y, como diría el poeta León Felipe, «nos duermen con cuentos». Hay grupos financieros e intereses económicos especializados en mercadear con sueños de escaso recorrido, de esos que sólo sirven mientras generas negocio. Mientras tanto, las personas vamos creciendo al tiempo que perdemos esa capacidad de soñar con las  utopías y los grandes ideales, ganados en soñoliencias descafeinadas y desánimos.

Soñemos con cosas en las que podamos ayudar y en contribuir a remediar las necesidades de las personas que nos rodean. Al final, se trata de vivir a favor de los demás, con la seguridad que da la esperanza y el deseo de dejar las cosas un poco mejor de como las encontramos. No esperemos que sea fácil, sobre todo por nuestra falta de entrenamiento. Pero pensemos que sobre la base de los deseos se hallan los sentimientos y la empatía. En definitiva, la inteligencia emocional que nos ayuda a caminar por el mundo con optimismo.

Soñemos con locuras. ¿Acaso internet, google o el mismo sistema operativo a través del que estamos escribiendo no son fruto de los sueños de unos locos de la informática? Ellos desearon y, sin meditarlo mucho, fueron realizando su sueño en el fragor de la batalla cotidiana. ¿Quién nos lo impide a los demás? ¿por qué cuando deseamos que nos toque la lotería le ponemos una cifra? y por qué no todo. Soñar no cuesta. Pidamos lo imposible: la dignidad de la persona, la igualdad no de oportunidades sino de resultados, el bienestar colectivo…

No nos durmamos con cuentos. El poeta decía que ya se sabía todos. Hagámoslo confiando en nuestras capacidades y sobre todo, huyendo de los «vendedores de sueños». Y es que…. puesto que somos, seamos. Hagámoslo.